jueves, 7 de mayo de 2009

Como no hacer un cover de...


Está es una sección robada originalmente de Zombie Eaters. Estoy seguro que el creador intelectual de la misma (Lady Littlekilla) no tendrá problema alguno en dejarme usarla para mis morbosos propósitos...

Navegando por el Yotuve en búsqueda de algún cover interesante me topé con un antiguo video conocido que, cuando estoy deprimido, me ha sacado de apuros en varias ocasiones. Entonces, decidí hacer una pequeña selección de algunas de las versiones "menos agraciadas" del mundo del rock.

Iniciamos en el ámbito amateur. ¿Quién no ha cantado nunca bajo la regadera? ¿quién no se ha emborrachado alguna vez y gritado a todo lo que da con los amigos? Hay alguno que otro que incluso se toma el atrevimiento de grabarse. Y está bien, no pasa nada, en verdad, en la intimidad todo se vale, y si uno es feliz ¿qué más da? El problema radica cuando se pierde el piso y comenzamos a creer que por dejarnos el bigote y el pelo en el pecho uno puede llegar a alcanzar los tonos de Freddy Mercury. Debo mencionar que en ocasiones los allegados son los verdaderos culpables, tratando de ser amables ocultan la verdad, piensan que, tal vez, es sólo una etapa; incluso llegan a animarlos.

Para todos aquellos que acostumbran alentar a sus conocidos sin importar que tan grave parezca la situación, un consejo; cuidado pues, que el resultado puede terminar en algo como lo siguiente, señores:



¿Ven lo que pasa? Ahora supongamos, que no eres únicamente tú el que cree que ha sido bendecido con el don de las artes musicales. No, son cuatro o cinco "virtuosos" más, y por azares del destino, llegan a convergir en una misma escuela, una misma generación, incluso tal vez, en un mismo salón de clases. Digo esas cosas pasan. Si existe Dios, también el Diablo. Y entonces, tenemos ahí a un grupo semiprofesional. Lo que me lleva a mi segundo consejo: no mezclen negocios con el placer. Si deciden organizar una fiesta cerciórense, repito, cerciórense bajo cualquier circunstancia que el invitar a su grupo de amigos a tocar es una buena idea:




Todo lo anterior puedo aceptarlo, ces´t la vie, ¡que más da! Pero ¡coño, no mames las bolas del dragón! Cuando tienes todo un equipo de profesionales, gente seria cuidando tu imagen y tu espalda, cuando vendes miles de discos, llenas estadios y has vuelto loca a toda una generación de mujeres que todavía suspiran y bailan con sus escobas en espera del Leonardo DiCaprio que se congele las bolas en gentil acto de sacrificio por ellas; ¿que necesidad tienes de hacer un ridículo de tal magnitud como este?



Una de las canciones emblema del rock interpretada por la antítesis del género mismo: Celine Dion. Y haciendo dúo con una mujer que se hace llamar Anastacia. Los primeros segundos del video, por otra parte, son impagables. Verla tratar de hacer, lo que yo supongo es, un poco de Air guitar salvaje, y luego el ataque de chiripiorca que le da en un intento de emular el clásico paso de Angus Young, estan grabados en mi memoria, y en la de mi computadora y en un disco compacto de respaldo. No es algo que uno quiera perder por un descuido estúpido, porque si llega a pasar el mundo va a ser un lugar menos colorido.

Por ahí leí que los italianos acostumbran a decir no mezcles la mierda con el chocolate, a lo que me gustaría agregar: ¡felicidades, señora Dion! la combinación le quedó sublime.

miércoles, 6 de mayo de 2009

ROJO, VERDE…ROJO.


Era temprano por la mañana pero el tránsito vehicular ya comenzaba a ponerse pesado. Ajustó de nueva cuenta el espejo retrovisor y metió primera. El semáforo se perdió de vista en el instante exacto cuando este mutaba del introvertido amarillo al inflexible rojo. Un claxon sonó atrás para perderse en la lejanía. Un automóvil lo rebasó al doble exacto de la velocidad que el mantenía y se alejó zigzagueando entre otros carros allá adelante. Alguien se atrevió a pitarle y asomó la mano en una especie de saludo deforme, pero nada más.

A modo de copiloto viajaban dos botellas gemelas de plástico, llenas de un líquido naranja. Bailaban lento y silenciosas; en vaivén hipnótico a lo largo de todo el asiento. Comenzaron a transpirar. Encendió el estéreo. Sin mirar el reproductor adelantó varias canciones hasta la deseada. La repitió varias veces; sólo para aquella estaba del humor correcto.

Otro semáforo.

Rojo. Como una negación de su ser. Dios diciéndole al oído: tú no.

Apenas se hubo detenido un muchacho saltó hacia el panorámico con instintos depredadores ya olvidados por el hombre. Con una franela, alguna vez antes de Cristo roja, comenzó a limpiar el cristal apuradamente con movidas circulares. Mientras; dentro del vehículo, el otro joven buscaba algo dentro de las bolsas del pantalón. Rozó una moneda con la yema del dedo medio, pero no pudo avanzar más - ¡coño! – se dijo entre dientes. Sacó la mano y removió algunos papeles en la hendidura junto a la palanca de velocidades. Peinó con la vista las nuevas partes descubiertas.

Verde.

Con un ademán y sin pronunciar palabra alguna le entregó una vasta explicación que llevaba por título Para la otra al muchacho del cruce. Este acepto aquél monólogo mímico de un movimiento. Sacudió su trapo de un sólo jalón y, sin replica alguna, se dio media vuelta. Un espectro de polvo se desvaneció rápidamente a sus espaldas.

Tramo largo.

Aceleró, comenzaba al fin a recuperar el tiempo perdido. Súbitamente, un rayo de luz lo golpeo en la cara; culpa de una ligera curva en la calle que finalmente lo puso exactamente de frente al sol. En acción defensiva y natural de un hombre a punto del Knock Out, bajo la visera. Varios papeles se dejaron caer de ella, todos en movimientos dispares, trazando garabatos y figuras indescifrables. Los más nobles se entregaron a las piernas del conductor como niños asustados corriendo a la seguridad del padre luego de que una travesura ha salido mal. Los rebeldes, por su parte, huyeron furtivos, escandalosos; bajo el asiento y entre los pedales.
Sin embargo, el cabecilla del motín, un recibo de la luz aún no pagado, fue más atrevido todavía: se lanzó a la cara del conductor para luego aprovechar la corriente de aire y escapar por la ventanilla. Sin percatarse de la exitosa fuga, el conductor soltó un -¡puta! al contemplar el desastre. Aprovechó la proximidad de un nuevo cruce para disminuir la velocidad y recoger todo lo que pudo.

Marcha lenta.

Pasó el tope que precedía ceremoniosamente la intersección, cual criado anunciando la llegada inminente de algún noble. No hubo inclinaciones de cabeza.

Comenzando esta nueva esquina se formaba un cuello de botella que únicamente permitía el paso de un automóvil a la vez. Aceleró desenfadadamente al tiempo que, más adelante, un hombre trotaba apresuradamente junto a su bicicleta, tratando de cruzar la calle. Se vio obligado a reducir la velocidad de nueva cuenta. El hombre atravesó la calle hasta un punto donde los carros estacionados le bloqueaban el camino. Al pasar junto a él, el joven lo siguió con la mirada hasta donde el ángulo natural de su cuello se lo permitió, luego de nueva cuenta, aceleró. Esta vez, por fin, ante la calle despejada. El escape bramó por el repentino cambio de velocidad. Al mirar por el retrovisor observó que el hombre de la bicicleta había encontrado refugio entre dos autos y únicamente su bicicleta asomaba un poco, marcando la línea divisoria entre él y los carros en movimiento.

Un golpe seco en la parte delantera del coche le hizo volver la mirada al frente, sólo para toparse con un panorámico destrozado y oscurecido.

Frenó.

El bulto retrocedió, se deslizó sobre el capirote y cayó al asfalto acompañado de un sonido hueco que nada más los neumáticos delanteros alcanzaron a escuchar.

El cristal, como adornado por decenas de telarañas sobrepuestas se negaba a desmoronarse. El epicentro del golpe estaba coronado con una mancha carmesí traslucida y adornado con un caos de vidrio y astillas.

Respiró, pero le fue imposible tomar mucho más aire del que hubiese deseado. Al frente: la imagen rota del mundo; sucio, sangriento e irreparable. Atrás, mirando por el retrovisor, las personas comenzaban a bajar de sus automóviles, todos fantasmas de una fotografía nítida de alta resolución que le indicaba que todo estaba bien.

Agalloch, un diamante americano


Otra de las bendiciones de la globalización. El Folk de los ingleses, el Black de los nórdicos y el Dark de los germanos. Y buenas dosis de Atmospheric y Doom. Y más o menos por ahí ya tenemos el rumbo de está grandiosa banda de Portland.

En el año de 1995 John Haughm tuvo un mes de la puta-madre: perdió el trabajo, su banda Aeolachrymae estaba a punto de la disolución, casi se mata en un accidente automovilistico y lo bombardearon problemas con amigos, la bebida y la escuela. ¿Y sabes algo? me alegro. Gracias a todos esos sucesos Agalloch existe. Hay quienes se enfrentan a situaciones parecidas y tiran la toalla. Desparraman sus sesos a las tres de la madrugada en todo lo ancho de una de las paredes de su habitación. Afortunadamente para nosotros,Haughm es la cara opuesta de esa moneda. El que es el vocalista, guitarrista, baterista y principal compositor de la banda tomó las bridas de su caballo y lo regresó al camino. Le metió un disparó piadoso a su antigua banda y se puso a cabalgar de nuevo.

Como su nombre hace referencia (agallochum, es el término usado para ciertas resinas con olor a madera ), el sonido del grupo está ligado a una experiencia completamente sensorial. Con influencias tan variadas que van desde la música de bandas tan disímiles como Amorphis, Coil, Bathory, o The Nursery y el cine de Jodorowsky, Jarmush, Lynch y Fulci por nombrar algunos, escuchar un disco de Agalloch es tomar un paseo por sus bosques de imagenes que se van levantando con cada paso que das. Entrelazados todos, como sus canciones, en una corriente tenue que te arrastra y te pierde, como una droga, que te arranca la conciencia del cuerpo y la dispara lejos y la sacude de su aturdimiento. Agalloch es como la depresión debe sonar: fuerte, clara y profunda.

En 1996 sacan su demo From Which of This Oak y 1998 es el lanzamiento oficial de su primer álbum Pale Folklore el cual fue recibido con muy buenas críticas. Hasta el día de hoy cuentan con tres albumes, varios EP´s y un Split. Verdadera joya de la música actual norteamericana, Agalloch es una banda que, si la marea es favorable, tiene aún mucho más que ofrecer.

Los discos oficiales son:
  • Pale Folklore (1999)
  • The Mantle (2002)
  • Ashes Against the Grain (2006)