En un día común de un universo corriente comenzaría con mayor humor. Y con mejor coherencia pragmática. Sin embargo, de momento, no me siento obligado a ello. Hoy no es un día normal. Es uno de esos días en los que te sientes maquinaría. Pesas y entorpeces el sendero. Porque la compasión duele más. No. La suerte duele más. Quema y consume; expone la carne. Carne que no recuerdas que tenías. Entonces buscas sombra y cavas. Retorciendote pero sin dejar de avanzar. Más profundo, más reconfortante; más oscuro. Y ahí abajo tus labios se mojan. Ni sangre ni saliva. Más elemental: agua. Un río fluyendo. Un último impulso, los sentidos se contraen fijos en un punto estático. No puedes comprobarlo pero tienes la certeza de que avanzas. Tenue, imperceptible. Las grietas desaparecen y la humedad regresa. También la memoria y tu calidad de anfibio. Respiras. Más profundo, más reconfortante... más brillante. Vuelve la carne, vuelven los huesos.
Vuelves.
Y el río ya no tiene límites. Juntos somos infusión. Una a una, cada estrella retorna. La suerte clama tu regreso. Pero, a fin de cuentas, puede esperar. La corriente ofrece una mejor opción.
Sumérgete una vez más....
Hoy, éste es mi río:
Vuelves.
Y el río ya no tiene límites. Juntos somos infusión. Una a una, cada estrella retorna. La suerte clama tu regreso. Pero, a fin de cuentas, puede esperar. La corriente ofrece una mejor opción.
Sumérgete una vez más....
Hoy, éste es mi río:
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