Se escurría un caluroso verano de hace ya una década y un par de años más, cuando tocó a mi puerta. Llegó disfrazado de disco compacto (artefacto alquímico que en aquél entonces me maravillaba y aún hoy pone en tela de juicio mi cordura) escoltado por otro par de de su especie. Había viajado desde Mérida escondido de polizón en una mochila. Raymundo fue sacando los discos sin prisa, pero enseguida pude notar que aquél CD se empeñaba en quedar sobre los demás. El Chapo, (apodo bien ganado por el constante tráfico de material) me dijo- ahí está, para que te mates solo.
Tomé el compacto y leí cuidadosamente -Pantera. Cowboys from hell. Su piel mostraba a cuatro tipos sobrepuestos en la imagen de algún antiguo salón del viejo oeste. Se dejaba maniobrar en las manos como se dejan guiar los leones de circo; con esa mirada indómita que parece decir: pendejo, tu frágil cuello está demasiado cerca de mis dientes. Estoy aquí porque quiero...
El Chapo dijo - ese, maricón, es pa´ que te vayas haciendo hombrecito y dejes de jugar muñecas con Aereosmith - pero yo sabía que era el ente dentro de su prisión plástica el que hablaba a través de los labios de mi amigo. Lo usaba como un títere para cumplir sus propios deseos. Porque su iglesia demanda siempre nuevos acólitos, más predicadores para dominar el mundo (lo cual hizo fácilmente) o erosionar la tierra por capricho, que sé yo.
No había mucho que hacer en realidad. Tomé el disco tembloroso cual ratón acorralado, lo introduje en el reproductor y el mundo se volteó de pies a cabeza, toda coherencia en las formas desapareció; la caja de Pandora fue abierta y miles de oscuras criaturas revolotearon a mi alrededor. Un rato después por la sangre ya corrían prontos e infecciosos varios demonios cuyos nombres tengo grabados, "Shattered", "Domination", "Cowboys from Hell", "The Art OF Shredding" y por supuesto la monumental "Cementery Gates". Se apoderaron de cada célula y en las cavernas de mi cerebro retumbo una voz con fondo de bajo sobrecargado: Me perteneces. Por los siglos de los siglos...
Aún hoy cargo con las cicatrices de aquél día. El día en que la pantera me perforó el cráneo con sus densos colmillos.
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